Aún recuerdo tus movimientos con los dos dedos pulgares haciendo circunferencias mientras pensabas en cualquier cosa, aún recuerdo que me pelabas las pipas porque yo no sabía, aún recuerdo como hacías de mi madre porque la mía estaba a más de tres mil quinientos kilómetros, aún recuerdo como me dejabas jugar a través de la ventana con mi coche de mando teledirigido cuatro por cuatro mientras nevaba, cuando me dabas pescado y fue el único pescado que me gusto y me comí en mi vida, aún recuerdo tu sonrisa, tu bondad, tu amor, aún recuerdo tus típicas frases de “ qué grande estás” “ya estás hecho un hombre” eres lo más cercano a la representación de buena persona que he logrado conocer, aún recuerdo como me cuidabas, como me tratabas, aún recuerdo que me querías más que a tu propios hijos, aún recuerdo como me besabas la frente antes de dormirnos, como me contabas tus cuentos para que me durmiera, aún recuerdo como te quedaste conmigo cuando ni mis abuelas querían quedarse conmigo, la única que me acogió, aún recuerdo nuestro vínculo especial, que tan solo con mirarnos me hacías sonreír, sonreír a ese puto crío de mierda que no quería ni hablar ni relacionarse con absolutamente nadie porque se sentía abandonado.
Aún recuerdo las mil y una películas que me tragaba a tu lado cada tarde de ese invierno, con apenas 6 años, todo el año a tu lado, me has marcado para toda la vida, siempre te recordaré, recordare tus mañas y tu esfuerzo por cuidarme y educarme, ahí donde estés, ahí donde vayas, siempre estarás en mi, gracias por ser mi madre.
Para siempre, Nina.